Las Actitudes y el Comportamiento de Jesucristo
miércoles, 30 de diciembre de 2015
PRESENTACIÓN
Realizado por:
Jean Carlos Mera
Jenny Chimbo
Jessica Guzman
Diana Ñauta
Presentamos muchos relatos
acerca de Jesús:
Temas:
1. La predicación de Jesús
2. La interpretación de
Jesús por la Iglesia
3. La auto conciencia de
Jesús
4. Jesucristo y la
fundación de la Iglesia
1.1 Jesús el Buen Pastor
1.2 Las BienaventuranzasINTRODUCCIÓN
Sin duda el libro mas demandado, tan discutido, tan comentado, es la Biblia, particularmente el Nuevo Testamento. La controversia sobre Jesús es más apasionada que nunca, se trata de discusiones dentro de la Iglesia o ecuménicas, o de debates con el judaísmo y el islam o de los de la teología de la liberación, en los que se decide el destino espiritual de Latinoamérica.
Todas las hipótesis críticas hacen sus ensayos, una tras otra, con la palabra del Evangelio, se pasan de moda y son sustituidas por otras; pero la Palabra permanece en pie, y con ella el Espíritu que habita en ella: “El cielo y la tierra y la crítica bíblica pasarán; pero mis palabras no pasarán”.
Todas las hipótesis críticas hacen sus ensayos, una tras otra, con la palabra del Evangelio, se pasan de moda y son sustituidas por otras; pero la Palabra permanece en pie, y con ella el Espíritu que habita en ella: “El cielo y la tierra y la crítica bíblica pasarán; pero mis palabras no pasarán”.
1. LA PREDICACIÓN DE JESÚS
Las primeras palabras de la
predicación de Jesús en san Marcos, que resumen todo lo siguiente, dicen así:
“Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en
El”
Para Jesús, la meta de la
conversión del hombre es que para él, en lugar del juicio por los pecados, el
anuncio gozoso es éste: el reino de Dios está cerca, y tú estás invitado a
entrar en él.
Para Jesús sus palabras, sus
obras y todo su ser son completamente inseparables de su mensaje.
Jesús es como una palabra
que hay que pronunciar hasta el final, para que se pueda entender. Realmente,
una palabra de tres sílabas: vida-muerte-resurrección.
Únicamente después de la
última sílaba, la resurrección, podrán comprender los discípulos toda la
Palabra, y entonces la cercanía del reino se habrá transformado en un haber
venido total.
En el Antiguo Testamento,
Dios había dicho muchas palabras. Pero, en Jesús, la Palabra se hace carne, es
decir, Hombre.
Sus discursos y sus obras,
su pasión y su ser como hombre es la Palabra última y que lo sintetiza todo,
que Dios tiene que decirnos.
El anuncia al Padre a cuyo
servicio se entrega completamente, con todo su ser, en Juan dice “He
bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha
enviado”
San Juan no hace más que
transmitir lo que estaba claramente presente en los Sinópticos y en la
predicación más antigua de Jesús. Jesús exige, pues, desde el principio la fe
en él.
Dios como amor trinitario,
absolutamente en sí mismo, y esto demostrado al mundo mediante el envío del
Hijo y su entrega por todos nosotros hasta la muerte
2. LA INTERPRETACIÓN DE JESÚS POR LA IGLESIA
El mismo Jesús predicó el
reino de Dios, es decir, más exactamente, el reino de aquel Dios al que Israel
conocía como su creador y Señor de la alianza y al que Jesús, en un sentido
completamente nuevo, único, llamó su Padre.
El Padre era el
misericordioso, que se puede y debe imitar, que hace salir el sol sobre buenos
y malos. El Padre era el que perdona, si acogemos a su Espíritu en nosotros y
perdonamos también a los que nos ofenden.
La Iglesia no hace
otra cosa que asumir la predicación de Jesús, para redondear, a partir de la
cruz y la Pascua, la Palabra de Dios ahora consumada y para hacer así explícito
a Jesús, que hasta entonces aparecía sólo implícitamente en la doctrina sobre
Dios.
En la predicción el
protagonista sigue siendo el Padre que por la Encarnación, la muerte y la
resurrección de Jesús demuestra al mundo la reconciliación que se ha producido
ahora.
Dios es el amor, y no hay
ninguna prueba de esto sino que Dios entregó a su Hijo único por el mundo, por
nosotros.
La Iglesia no predica a un
Jesús aislado, sino al Dios del amor
Toda teología de Dios, de
Cristo, de la Iglesia, de sus sacramentos y, finalmente, del hombre y del mundo
en general es siempre sólo aproximación a la Palabra, que en el principio
estaba en Dios, que era también Dios, que se hizo carne y en la que Dios se ha
revelado, dando gracia sobre gracia.
Toda reflexión y expresión de la Iglesia sobre Dios debe
ser en todo momento sólo motivo para la oración, para la adoración postrada, en
la que confesemos que la majestad y la condescendencia misericordiosa de Dios
son siempre más grande de lo que nosotros podemos concebir.
3. LA AUTOCONCIENCIA DE JESÚS
En un principio Jesús no
supo absolutamente nada de su muerte inminente en la cruz las predicciones se
habrían interpolado más tarde y que, cuando vio que esta muerte era inevitable,
tampoco dijo nada sobre su fuerza salvífica para Israel, y menos aún para todo
el mundo, y por tanto tampoco supo nada sobre ella.
Jesús dice sobre todo, que
su muerte es “rescate” y “por todos”.
Jesús tiene exactamente el
conocimiento que es necesario para su misión como Mesías de Israel y como
siervo de Dios, es decir, como redentor del mundo. A saber, en primer lugar, un
conocimiento de su misión como Mesías de Israel, como el que debe llevar al
pueblo elegido a la conversión y a la comprensión original de la alianza con
Dios y de su Ley. Esto incluye la entrega total en cada paso y la esperanza
siempre viva de que este paso tendrá éxito: “El celo de tu casa me devora”.
Un conocimiento de que por
él tendrá éxito al final, a pesar de todo el fracaso en la tierra, el plan de
salvación de Dios: más allá del juicio que tendrá lugar en la “hora de las
tinieblas”, el “día de Yahvé” llegará la gran reconciliación, de la que también
habían hablado todos los profetas hasta la profecía del Siervo de Dios.
La prodigiosa misión de
Jesús de reconciliar al mundo con Dios, mediante el Cordero de Dios que cargará
sobre sí y quitará de un modo inimaginable los pecados del mundo, tendrá éxito
a pesar de todo.
4. JESUCRISTO Y LA FUNDACIÓN DE LA IGLESIA
Todo está basado en Jesús y que el Espíritu
Santo ha construido el edificio de la Iglesia sobre el fundamento de Jesús.
Como lo dijo Jesús: “Uno siembra y otro siega... El segador ya está almacenando
fruto para la vida eterna: y así se alegran lo mismo sembrador y segador” .
El Dios que constituye el
último polo referencial de Jesús, fundamentación radical de su ser, su decir y
actuar, es, como hemos visto, el Dios Padre-Madre, amor infinito y
misericordioso, que, añadimos ahora, se acerca en su Reino de justicia y
fraternidad.
Lo que caracteriza la
proclamación de Jesús es que no se limita a anunciar que ese Reino vendrá, sino
que subraya además su cercanía inminente, su actuación y presencia ya en medio
de nosotros.
Jesús está al servicio de la causa liberadora del Reino no sólo con su proclamación verbal, sino también con su vida entera, no sólo con su palabra anunciadora, sino con signos históricamente eficaces que liberan de las fuerzas demoníacas o de las potencias del mal que esclavizan y conceden la vista a los ciegos o el andar a los cojos.
Es un hombre enteramente de Dios, el Hijo encarnado cuyo único alimento es hacer la voluntad de su Padre, el profeta escatológico devorado por la causa del Reino. Precisamente su singular experiencia religiosa fue la que le llevó a subvertir todos los valores y a conmover los cimientos no sólo del orden religioso, sino también del socio económico y político.
Toda la actividad liberadora de Jesús en favor de los pobres de la tierra es expresión sacramental de la voluntad del Padre y por eso nos revela que ese Dios Padre es el Dios liberador de los pobres.
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